domingo, 6 de enero de 2008

DÍNAMO


Ahí va el relato erótico que envié al concurso de la Asociación Galega de Sexoloxía... Ésta es la segunda parte, el relato original, después descubrí el concurso pero pedían un mínino de 6 páginas así que tuve que añadirle tooooooooooda un primera parte, si alguien quiere leerla también , la subo sin problema.


Parte II

-¿Así que te gusta mi bata?

-Me gusta más lo que hay debajo…

Me quité el batín negro que me había regalado mi padre, y me quedé desnuda delante de él.

-Pues a mí me gusta cómo me miras, pero me gusta más cómo me tocas.

Enseguida extendió sus brazos bronceados y, con sus grandes manos manchadas de pintura azul, me atrajo hacia sí asiéndome por las caderas.

Me senté a horcajadas encima de él.

-Tengo que guardar este momento en mi memoria para siempre -Pensé yo. Lo abracé con fuerza, su cabeza apoyada de lado entre mis pechos, su suave aliento erizó mi pezón derecho. Él lo notó y empezó a lamerlo, primero sólo con la lengua, después con los labios también, jugando quedamente con mi piercing, con un comedimiento tierno, porque sabe que si lo hace fuerte me duele.

Le cogí la cabeza con ambas manos y, mientras la punta de mi nariz roza la pared, en la que hay pegada una entrada de no-se-que-concierto (en esos momentos tanto me daba) le acaricio el pelo y tiro hacia atrás, quizás para intentar hacerle creer que no me tiene del todo, o quizás para prorrogar un poco más el placer que su boca me estaba dando.

A medida que me voy excitando, noto como me humedezco y tiro un poco más de su suave y negra mata de pelo. Le beso en la boca, lamo sus labios y succiono su lengua lentamente, me gusta tenerla apresada entre mis labios, dentro y fuera de mi boca, y rozar con mi punta la suya.

Esto me excita aún más, y creo que a él también porque súbitamente me tumba en el sofá y se quita la camiseta. Se me hecha encima, lo noto tan duro apretándose contra mí que se me escapa un gemido y sé que no hay marcha atrás. Se quita ahora los pantalones, el slip, y así puedo ver por fin su pene, que dentro de poco va a estar dentro de mí.

Me lleva hasta la cama.

-Me va a follar –pienso yo anhelante. Como siempre lo hace, como sabe que me gusta, con empellones a veces secos, a veces más rítmicos. Me la mete sin ningún esfuerzo porque estoy muy mojada, la noto entrar con decisión y mis entrañas la reciben con gusto, no hay sensación alguna que no sea de placer.

Y yo siempre lubrico más y más hasta que lo noto, noto en mi interior una suerte de dínamo que hace que el orgasmo avance imparable e impetuosamente. Le digo al oído que me folle más, más fuerte y más rápido. Me encanta decirle guarradas cuando estamos follando como si fuera el último polvo de nuestras vidas, pero no siempre lo consigo, porque cuando el orgasmo ya está cerca se me nubla la cabeza, mi cuerpo no responde a nada más que no sean sus acometidas y se entrega por completo a ellas, a él,

en ese momento es sólo suyo. Otras veces me gusta mirarle a la cara, a veces confundo el placer y la concentración en su semblante, creo que es una mezcla de ambos lo que refleja.

Cuando ya no puedo más, cuando noto que voy a morirme del gusto, le agarro fuerte y grito mientras él jadea en mi oído y acelera el ritmo de sus embestidas, y me corro durante unos segundos interminables. Parece que el tiempo se para, y sólo está él encima, follándome, y yo debajo, follándole a él, y el orgasmo se me antoja un regalo que le ofrezco. No es algo egoísta, es algo físico, de una belleza húmeda, salvaje y sudada, y quiero que lo tenga él. Es un regalo.

Tras correrme, mi excitación no disminuye, no es la primera ni la segunda vez que hace que me corra dos veces en el mismo polvo. No obstante, al poco de pasar el orgasmo, noto su respiración más entrecortada, sus embates más brutales, y con la palma de mis manos siento cómo todos los músculos de su espalda se tensan. Se va a correr, y eso me encanta. Me muero de ganas, y se lo digo.

-Quiero que te corras dentro de mí, mi amor…

Le agarro el culo en el mismo instante en que noto como eyacula. Es una sensación tan placentera que ya no quiero que salga de mí nunca más. Quiero que se quede siempre dentro, y su semen también, caliente y espeso, y noto la película de sudor entre nuestros cuerpos, que en lugar de separarnos nos une más, como dos embriones bailando en el mismo líquido amniótico.

Me mira, sonríe, se quita un pelo de la boca y me besa. Yo le abrazo fuerte y relajo mis piernas. Quiero quedarme para siempre con él en este útero. Después de un buen rato, se echa en la cama a mi lado y me abraza por la espalda. Antes de quedarme dormida, el último pensamiento que cruza mi cabeza es que ya no me apetece ponerme más la bata que me regaló mi padre.

4 comentarios:

CHIC-HANDSOME dijo...

have great week

Rockero Hi Fi dijo...

Está muy bueno! Que tengas éxito en el concurso!

Daniela dijo...

Hola
Gracias por postear :)
Me gustó muchisimo tu relato,sobre todo la parte final,la conclusión de no ponerse la bata,excelente!! (todo el rollo psicologico etc blabla)
suerte!

Mauricio dijo...

confieso que me excite... =o

buen relato...

saludos..